martes, 14 de noviembre de 2017

Gracias

He abierto un nuevo ciclo en mi vida, ese que no quería aceptar, y que, a pesar de todo, es la mejor opción para estar bien, sólo quiero estar bien.


Este año significa para mí muchas cosas y nada a la vez. Pinto un horizonte sin color para que se aclare con mis días felices y, si corresponde, se profundice en los grises porque los frutos dulces no siempre están sembrados en tu camino ni hay un sol permanente en tu destino.


Gracias a Dios por la vida y por todo lo que me regala, pero más le agradezco por mi familia. Gracias a mis antepasados, mis tátara tatarabuelos y a todos los que no conocí, por seguir la cadena del amor, de la felicidad, del dolor y hasta, quien sabe, de la obligación, entre muchas cosas que cada quien se llevó con la muerte. Gracias a ellos porque no habrían nacido mis bisabuelos, abuelos ni mis padres; sin ellos yo no estaría aquí, eso es claro.


La vida es un suspiro profundo enredado en miedos, deseos y frustraciones; yo aprendí a vivir con espinas enlazadas, las que no siempre son malas, pues te dan el aviso de cuánto podría dolerte eso que crees que haces bien o que pareces disfrutar.


Las gracias también a mi propio pasado y mi presente, a quienes me amaron y a los ingratos con mi amor (amigos, parejas y familiares). Gracias por darme luces y por lastimarme, he aprendido qué hacer y qué decir, qué esconder y qué callar. He aprendido a protegerme y a amar más la vida y el fabuloso mundo que ansío abrazar desde todos los rincones.  


Quedan clausurados los ciclos abiertos desde hace mucho tiempo y los que pensé que podrían resultar hasta hace poco. No hay más nada, queda sanarse y renovarse desde el alma.



Gracias vida, te lo debo todo a ti.