jueves, 30 de junio de 2016

MENTIRITAS BOLIVIANAS, JUSTO A TIEMPO



Bolivia, es uno de los países más relajados que existen, por lo menos en esta parte del planeta, por el ritmo de las actividades que se realizan, los horarios, etc., o al menos eso creo, no sé tú, pero me pongo a pensar en las grandes urbes europeas que no tienen tiempo ni para dar un suspiro y… qué feo ¿cierto?

Bien ¿a dónde voy con esto? pues directo a la palabra impuntualidad; el tronco torcido que pocos podemos enderezar y el pan del día que todos comemos con mantequilla, con dulce o con quesito. Es más, algunos se echan un bufete de lo mismo todos los días; supongo que les sabe bien ‘deliocioso’.  

Tenemos tremendo problema con llegar a tiempo a todos lados… de ahí las muchas frases de los creadores de: “ya estoy llegando”, “estoy a una cuadrita”, “estoy en el micro”, “no me llegó el mensaje”, “me desmayé en el camino”, “mi mamá no me dio permiso” (a los 30 años); “se arruinó mi ducha” (y se ponen en modo electricista), “es que, el tráfico…”, “me entretuve tomando fotos a un OVNI” (objeto volador no identificado), entre otras miles, que son todo un éxito en nuestro medio. ¡Ah! y la que más amo: “¡Me había dormido, a ver!”; si pues, qué macana ¿no?

Buenas excusas ¡bravo! ¡guaaoo! todas ellas forman una bella poesía de mentiras. Al principio me las tragaba todas, incluyendo la de los ovnis, porque los he visto miles de veces (¡aunque usted no lo crea!). Cuando eres el puntual del grupo y te juntas con personas que sobrepasan los estándares de impuntualidad… ¡rayos! con el tiempo se te pega; qué tristeza. Digamos que por eso me sé todos esos cuentos, porque de mi abuela, no son.

Esas frases tienen un significado real y tangible, y dentro del significado existe un subnivel oculto, oscuro de la malicia humana, mentiras en forma de cadena, desde el “ya estoy llegando”, hasta el “acabo de abrir un ojo”, que en serio, en serio significa: “no me da la gana de levantarme de la cama” y que los demás, pobres seres, esperen tu llegada como si fueses el espíritu santo. 

O cuando le dices a tu novio que ya te subiste al micro y según tú, te estas maquillando (o sea sufriendo con el delineador líquido) ¡pero no! en realidad estás en el proceso de refregado de lagañas como “Pin pon”, el muñeco guapo y de cartón, que se lava la carita ¡con agua y con jabón! Date cuenta querida, estas mil horas tarde a la cita, otra vez… 

He ahí apenas unos cuantos azares de la vida, pero todos ellos pueden abrir las puertas de Hollywood, para presentar a la famosa… (redoble de tambores): ¡’Hora boliviana’! ¿qué tal? ¡esto merece un ‘like’!. Porque llegamos tan contentos y ‘relax’, con poco o nada de sangre en la cara; sonrientes y orgullosos de llegar media hora después de la acordada, donde los puntuales nos esperan con tanta paciencia, porque tenemos todo el tiempo del mundo para perderlo y que los demás lo pierdan, capaces de llegar con petardos, cotillón y fuegos artificiales.

La puntualidad es un hábito que se puede formar en cualquier momento de la vida y a medida que pasan los años suele costar aún más -me incluyo-. Pero… ¿acaso somos ingleses para llegar puntuales a todo lado? somos bolivianos y nos da la boliviana gana de llegar a la hora que se nos pegue la regalada gana ¿nove?




jueves, 16 de junio de 2016

EL TERRORÍFICO LUGAR QUE TODOS NECESITAMOS


Una de las cosas que no nos gusta compartir es el baño. Es más, si en tu casa tuvieras la oportunidad de ponerle candado a la puerta del único que comparten la docena de miembros de tu familia, lo harías. Pero no, supongo que hacerlo te causaría muchos problemas. Seguro se podrían incluir muchos inodoros, en distintos ambientes, claro; (imagínense reunirnos todos como en un sauna, con distinto vapor). Pero eso significaría más uso de agua, implementación de material para construirlo, nuevos espacios, cañerías, una buena cloaca, y todo lo que los expertos en el tema dirán.  


Pero bueno, cuando sales de casa, cualquier baño que encuentres, siempre es compartido, por eso es mejor ‘hacer pipí y popó’ antes de salir, y recuerda que: siempre, siempre, los espacios públicos son sinónimo de baños; en cuanto a la infraestructura misma y cuando dices: “necesito un baño”. 


Si asistes al concierto de fulanito del tal, debe haber baños. Si sales a pasear por el parque, baños. Si tienes una cita con el amor de tu vida el domingo, desde que sale el sol, baños. La reunión de amigas, baños. Reunión con los ‘cuates’, baños. En el trabajo, baños. En el colegio, baños. Comedores, baños. En la Facultad, baños. En la terminal de buses, baños… Baños, baños, baños, y más baños; ¿te das cuenta?, excepto en las iglesias, independientemente de la religión que profeses; creo que es el único lugar donde no los pude encontrar. A poco nunca te has aguantado algún domingo, orando a Dios que tus colectas al menos se usen para construir uno. Y si alguna de las religiones se acordó de esa parte del ser humano, bendita sea.


Ahora, vamos más allá. No soy amante de las películas de terror, pero me siento protagonista casi siempre que hago uso de baños públicos, de esos que tienen aspecto comunitario, donde hay que compartir absolutamente TODO, porque además ‘la entrada’ es Bs. 1, con puertas que te permiten observar las pantorrillas, la posición en la que estas sentado; y si tú lo permites, enterarnos del color de tu ropa interior.


Ilustración: Adriana Brozovic.
En aquellos lugares, buscar un inodoro limpio es como ir en busca del tesoro, guiado por el olfato. Dora la exploradora no te prestaría su mapa, ni queriendo; por razones obvias. Encontrarte con un baño extremadamente sucio, es la parte terrorífica. Por eso abres con cuidado las puertas para no darte con el susto o la mala impresión. Si tuviste la mala suerte de toparte con alguno en ese estado, tomas precauciones para no volver a caer en la trampa del ‘asquito’; con sumo cuidado pasas al siguiente, asomas la cabeza poco a poco y así… hasta encontrar el inodoro más cristiano posible, en donde puedas… ya sabes.  


En casos extremos, he visto a mujeres patear las puertas al estilo Rambo, como yendo en ataque, para no ser sorprendidas por el hedor y suciedad en los inodoros, porque me imagino que son víctimas constantes de ese ‘acoso estático’ de la sociedad desagradable. En cuanto a los baños masculinos, casi nada puedo escribir, excepto que muchas veces se convierte en un espacio de tertulia, según se ve en las películas. 


Los baños públicos debieran ser al menos los lugares más limpios, por las enfermedades que en ellas se producen. Pero ¿quién quiere limpiar un baño?, es más, ¡muchos baños! y a cada rato. Eso es entendible, pero al menos habrá que tomar las medidas necesarias para solucionar este problema, porque es evidente que no todos están conscientes de ello. Supongo que se podría lograr con el simple hecho de ofrecer un servicio mejor, donde por lo menos no tengas que ir a buscar tu bidoncito de aceite para echar el agua; usar más lavandina, etc. Y en cualquier lugar, hay que admitir que el servicio es pésimo.


Para terminar, no olvides, vayas a donde vayas necesitarás de un baño, en las buenas y en las malas, porque hasta cuando ríes en extremo te ‘dan ganas’.

RÁPIDOS Y FURIOSOS MADE IN BOLIVIA



Con el tiempo las cosas, las personas, el mundo; evoluciona o involuciona, porque no todo va para adelante, algunas se “acangrejizan” y retroceden en un intento de encontrar la forma de sentirse en una máquina del tiempo,  incluso con la dichosa realidad virtual.

La cuestión es que, con el pasar de los años, las personas se vuelven dependientes de los artefactos y de todo lo que tiene que ver con la tecnología. No voy a hablar de los celulares, porque sería como rezar el Ave María.

Desde la época de mis abuelos, se ha visto al automóvil como una necesidad, y de hecho lo es, no lo voy a negar. Inicialmente era un lujo, dado que las ciudades no eran grandes, eran costosos; la famosa revolución industrial tiene culpa de ello y debemos agradecerle, por supuesto. 

En la actualidad, podemos obtener uno, dos o diez, del color, la forma, tamaño que uno quiera y en tanto su dinero se lo permita. ¡Perfecto! Pero… ¿sabemos usarlos?, en realidad, ¿saben usarlos? Porque confieso que no tengo ni una carcacha. Precisamente hace algunos días me había antojado el aprender a conducir, para cualquier emergencia.
Entonces, suele pasar que las personas que no tenemos un motorizado, somos automáticamente los peatones de la ciudad, (“automáticamente” ¡qué ironía!). Es como dividir a la población entre los “con motor” y los “sin motor”.

Desde mi vivencia - tal vez te ocurre - me siento desamparada ante la divina irresponsabilidad al conducir. No sé si vivo en una ciudad con calles o tengo que cruzar una constante pista de la Fórmula 1.  Se puede ver la rudeza de los conductores y en ocasiones su incapacidad de control ante la aparente pérdida de la corrida que han emprendido, ¿a dónde?, un misterio. 

Ilustración: Adriana Brozovic

 Pareciera que los semáforos sufren de alguna demencia por falta de autoridad, y cómo no, si las bocinas suenan como si estuvieran en emergencia constante,  pidiendo a gritos un algo. Los motores resuenan y las motocicletas se deciden a ganar la carrera, aunque tuvieran que hacer trampa al esquivar el tráfico vehicular. En resumen, parece que fueran en búsqueda de la medalla al mejor conductor, pero déjenme decirles que el 90% de los participantes ya estaría descalificado al minuto de arranque.

Es decir, un buen conductor (se incluye a las damas) no es aquel que lleva la delantera o el que esquiva a todos los demás como cochecito sin motor. Y las calles no son una pista de bolos (bowling), para derribar a los peatones.
Me pregunto si hay mil Vin Diesel y mil reencarnaciones de Paul Walker de la película “Rápido y furioso” en la ciudad; si es así, me disculpo ya que han de estar en rodaje eterno de escenas de velocidad. 

Hay personas que con un cigarrillo y música a todo volumen, se quedan entre las bocacalles “sabiendo que el tráfico está terrible”, mientras el semáforo cree que el de mantenimiento no le ajustó bien los tornillos y que en realidad no es tan “inteligente”...el semáforo. Digo, porque el hombrecito del semáforo peatonal te dice: “ven, aún estás a tiempo, faltan cinco segundos” y parece que caminara hacia ti; más el “ti, ti, ti…”, ritmo al que se acomodan mis latidos; muchas veces no lo logro cruzar las calles, ¿por qué?.  Un momento… ¿la mayoría de los conductores son daltónicos?, ¡oh, perdón! y yo que creí que se pasaban en rojo sólo porque querían.

No conduzco, pero usar el celular y el volante al mismo tiempo, pienso que no es recomendable porque no se sabe si en el cielo o el infierno hay conexión WiFi; como no se usa mucho el “guiñador”, y los poderes telepáticos del peatón no habían sido del todo confiables para adivinar si el auto gira o no…

Por su parte, motociclistas hay muchos, creyéndose inmortales, supongo. Esperando crear una polvareda en el asfalto, con el estruendoso motor, sin casco o con casco, pero en “modo canasta”, al estilo de la Caperuza roja; con bermudas y chanclas, conduciendo “sin manos”, como muchos lo hemos hecho en la bicicleta alguna vez. 

Un día vi pasar a un hombre, a mucha velocidad, mientras aplaudía; entonces le grité: “¡a ver si aplaudes tu muerte!” y ¡zas! 30 segundos después, a lo lejos vi un cúmulo de polvo en el aire, pero no murió. Ok… “aplaudible”.

Bueno, con todo y todo, no se olviden darse el toque final... ¡La licencia de conducir!, ¡Pero claro!. De hecho, debiera ser el primer paso y no vamos a negar que es lo último en lo que se piensa, ¿cierto?.

Bien, ahora en serio. Creo que quien maneja con responsabilidad, con los cinco sentidos y colabora con la sobrevivencia de la sociedad, es quien está comprometido consigo mismo. Y cuando un animal se le ponga en el camino, al menos dele la oportunidad de llegar a la vereda del frente, por favor (es lo único que escribiré al respecto, por ahora).

Seguro que éstas no son ni la mitad de las situaciones que ocurren todos los días y tienes una en particular que no he mencionado. En fin, es posible que algún día tenga mi automóvil y espero que para entonces se hayan terminado las competencias y al menos a todos se les quite lo furioso. Amén.