Bolivia, es uno de los
países más relajados que existen, por lo menos en esta parte del planeta, por
el ritmo de las actividades que se realizan, los horarios, etc., o al menos eso
creo, no sé tú, pero me pongo a pensar en las grandes urbes europeas que no
tienen tiempo ni para dar un suspiro y… qué feo ¿cierto?
Bien ¿a dónde voy con
esto? pues directo a la palabra impuntualidad; el tronco torcido que pocos
podemos enderezar y el pan del día que todos comemos con mantequilla, con dulce
o con quesito. Es más, algunos se echan un bufete de lo mismo todos los
días; supongo que les sabe bien ‘deliocioso’.
Tenemos tremendo
problema con llegar a tiempo a todos lados… de ahí las muchas frases de los
creadores de: “ya estoy llegando”, “estoy a una cuadrita”, “estoy en el micro”,
“no me llegó el mensaje”, “me desmayé en el camino”, “mi mamá no me dio
permiso” (a los 30 años); “se arruinó mi ducha” (y se ponen en modo
electricista), “es que, el tráfico…”, “me entretuve tomando fotos a un OVNI”
(objeto volador no identificado), entre otras miles, que son todo un éxito en
nuestro medio. ¡Ah! y la que más amo: “¡Me había dormido, a ver!”; si pues, qué
macana ¿no?
Buenas excusas ¡bravo!
¡guaaoo! todas ellas forman una bella poesía de mentiras. Al principio me las
tragaba todas, incluyendo la de los ovnis, porque los he visto miles de veces
(¡aunque usted no lo crea!). Cuando eres el puntual del grupo y te juntas con
personas que sobrepasan los estándares de impuntualidad… ¡rayos! con el tiempo
se te pega; qué tristeza. Digamos que por eso me sé todos esos cuentos, porque
de mi abuela, no son.
Esas frases tienen un
significado real y tangible, y dentro del significado existe un subnivel oculto,
oscuro de la malicia humana, mentiras en forma de cadena, desde el “ya estoy
llegando”, hasta el “acabo de abrir un ojo”, que en serio, en serio
significa: “no me da la gana de levantarme de la cama” y que los demás, pobres
seres, esperen tu llegada como si fueses el espíritu santo.
O cuando le dices a tu
novio que ya te subiste al micro y según tú, te estas maquillando (o sea
sufriendo con el delineador líquido) ¡pero no! en realidad estás en el proceso de refregado de lagañas como “Pin pon”, el muñeco guapo y de cartón, que se lava
la carita ¡con agua y con jabón! Date cuenta querida, estas mil horas tarde a
la cita, otra vez…
He ahí apenas unos
cuantos azares de la vida, pero todos ellos pueden abrir las puertas de
Hollywood, para presentar a la famosa… (redoble de tambores): ¡’Hora
boliviana’! ¿qué tal? ¡esto merece un ‘like’!. Porque llegamos tan contentos y
‘relax’, con poco o nada de sangre en la cara; sonrientes y orgullosos de
llegar media hora después de la acordada, donde los puntuales nos esperan con
tanta paciencia, porque tenemos todo el tiempo del mundo para perderlo y que
los demás lo pierdan, capaces de llegar con petardos, cotillón y fuegos
artificiales.
La puntualidad es un
hábito que se puede formar en cualquier momento de la vida y a medida que pasan
los años suele costar aún más -me incluyo-. Pero… ¿acaso somos ingleses para llegar
puntuales a todo lado? somos bolivianos y nos da la boliviana gana de llegar a
la hora que se nos pegue la regalada gana ¿nove?
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