miércoles, 9 de noviembre de 2016
jueves, 22 de septiembre de 2016
Crónica de una universitaria al borde de la locura
Desde muy temprano, me escucho a mí
misma suplicar que el tiempo no avance para no tener que levantarme de la cama
e ir a la Universidad.
Más o menos a las 06:00 a.m.,
los primeros rayos de sol me abrazan para que la cama me expulse con un golpe
de calor.
Voy al baño y veo mi rostro aún
temeroso por las pesadillas durante la noche. Posteriormente, mojo mis cabellos
desde la raíz asegurándome que ninguno de ellos se muestre molesto y nos evitamos algún conflicto con el viento que
con torpeza corre por las calles.
Y es cuando empieza a sonar mi
melodía… me lavo los dientes al ritmo de un buen rock y los enjuago con un
electro house.
Siempre digo que el demostrarse
cariño a sí mismo, empieza desde la delicada forma en la que pasan las manos
por tu rostro, cuando el agua te acaricia como una bachata. Luego corro a mi
habitación y elijo prendas de vestir como si estuviera en una maratón de mambo. Me visto y me doy cuenta que los zapatos
hicieron su juerga porque no hay ninguno que esté con su pareja.
Después de conciliar a los que
encuentre, respiro y convoco a Chopin
para que guie mis manos cuando use el delineador en los ojos, con calma y
precisión, aunque admito que a veces estas manos, se desconcentran y prefieren
un reggaetón.
Minutos después, escucho cantar a
la señora caldera con esa voz tan estridente, pero gracias a ella puedo
disfrutar de un delicioso desayuno a temperatura perfecta… siempre y cuando no
se me haga tarde otra vez.
Van como veinte minutos para la
hora de llegada y el micro que añoro me tiene en la esquina como una novia
desesperada con la marcha nupcial distorsionada.
Miro mi reloj, me hablan los
minutos efímeros del tiempo y siento que quiero convertirme en Gloria
Trevi.
Al fin llega, el que no espero y
el que espero pasa por mi lado como un muchacho grosero que no responde al
saludo.
Faltan cinco minutos para evitar
que la puerta del aula golpee mi cara y no me queda más que intentar tomar un
taxi al otro lado de la calle, con el temor de encontrarme con algún conductor daltónico y sea atropellada al
compás del heavy metal que interpreta mi corazón.
Después de muchos intentos, alguien se apiada y poco
a poco retomo el control de mi misma, en el vehículo que tiene el principio de
“lentos pero seguros” hasta el extremo
de sentirme como Heidi saltando en la pradera, gracias a los resortes del
extraño asiento. Al menos hoy no me tocó vivir un capítulo del conductor
“rápido y furioso”, pero esta vez, la
rápida debía ser yo, para llegar al último piso de la torre más alta.
Y así, habiendo llegado a la
meta, me doy cuenta que la puerta del aula les decía “no” a mis compañeros… y el tiempo de ser furiosa había llegado, no
conmigo, sino con el Lic. porque se dice entre pasillos que llamó 5 minutos
antes de la hora establecida y dijo que no llegaría.
¡Bravo! ¡bravo! …todo este tiempo
me hubiera dedicado a escribir una canción de amor y no una extraña fusión de compases.
jueves, 30 de junio de 2016
MENTIRITAS BOLIVIANAS, JUSTO A TIEMPO
Bolivia, es uno de los
países más relajados que existen, por lo menos en esta parte del planeta, por
el ritmo de las actividades que se realizan, los horarios, etc., o al menos eso
creo, no sé tú, pero me pongo a pensar en las grandes urbes europeas que no
tienen tiempo ni para dar un suspiro y… qué feo ¿cierto?
Bien ¿a dónde voy con
esto? pues directo a la palabra impuntualidad; el tronco torcido que pocos
podemos enderezar y el pan del día que todos comemos con mantequilla, con dulce
o con quesito. Es más, algunos se echan un bufete de lo mismo todos los
días; supongo que les sabe bien ‘deliocioso’.
Tenemos tremendo
problema con llegar a tiempo a todos lados… de ahí las muchas frases de los
creadores de: “ya estoy llegando”, “estoy a una cuadrita”, “estoy en el micro”,
“no me llegó el mensaje”, “me desmayé en el camino”, “mi mamá no me dio
permiso” (a los 30 años); “se arruinó mi ducha” (y se ponen en modo
electricista), “es que, el tráfico…”, “me entretuve tomando fotos a un OVNI”
(objeto volador no identificado), entre otras miles, que son todo un éxito en
nuestro medio. ¡Ah! y la que más amo: “¡Me había dormido, a ver!”; si pues, qué
macana ¿no?
Buenas excusas ¡bravo!
¡guaaoo! todas ellas forman una bella poesía de mentiras. Al principio me las
tragaba todas, incluyendo la de los ovnis, porque los he visto miles de veces
(¡aunque usted no lo crea!). Cuando eres el puntual del grupo y te juntas con
personas que sobrepasan los estándares de impuntualidad… ¡rayos! con el tiempo
se te pega; qué tristeza. Digamos que por eso me sé todos esos cuentos, porque
de mi abuela, no son.
Esas frases tienen un
significado real y tangible, y dentro del significado existe un subnivel oculto,
oscuro de la malicia humana, mentiras en forma de cadena, desde el “ya estoy
llegando”, hasta el “acabo de abrir un ojo”, que en serio, en serio
significa: “no me da la gana de levantarme de la cama” y que los demás, pobres
seres, esperen tu llegada como si fueses el espíritu santo.
O cuando le dices a tu
novio que ya te subiste al micro y según tú, te estas maquillando (o sea
sufriendo con el delineador líquido) ¡pero no! en realidad estás en el proceso de refregado de lagañas como “Pin pon”, el muñeco guapo y de cartón, que se lava
la carita ¡con agua y con jabón! Date cuenta querida, estas mil horas tarde a
la cita, otra vez…
He ahí apenas unos
cuantos azares de la vida, pero todos ellos pueden abrir las puertas de
Hollywood, para presentar a la famosa… (redoble de tambores): ¡’Hora
boliviana’! ¿qué tal? ¡esto merece un ‘like’!. Porque llegamos tan contentos y
‘relax’, con poco o nada de sangre en la cara; sonrientes y orgullosos de
llegar media hora después de la acordada, donde los puntuales nos esperan con
tanta paciencia, porque tenemos todo el tiempo del mundo para perderlo y que
los demás lo pierdan, capaces de llegar con petardos, cotillón y fuegos
artificiales.
La puntualidad es un
hábito que se puede formar en cualquier momento de la vida y a medida que pasan
los años suele costar aún más -me incluyo-. Pero… ¿acaso somos ingleses para llegar
puntuales a todo lado? somos bolivianos y nos da la boliviana gana de llegar a
la hora que se nos pegue la regalada gana ¿nove?
jueves, 16 de junio de 2016
EL TERRORÍFICO LUGAR QUE TODOS NECESITAMOS
Una de las cosas que no
nos gusta compartir es el baño. Es más, si en tu casa tuvieras la oportunidad
de ponerle candado a la puerta del único que comparten la docena de miembros de
tu familia, lo harías. Pero no, supongo que hacerlo te causaría muchos
problemas. Seguro se podrían incluir muchos inodoros, en distintos ambientes,
claro; (imagínense reunirnos todos como en un sauna, con distinto vapor).
Pero eso significaría más uso de agua, implementación de material para
construirlo, nuevos espacios, cañerías, una buena cloaca, y todo lo que los
expertos en el tema dirán.
Pero bueno, cuando
sales de casa, cualquier baño que encuentres, siempre es compartido, por eso es
mejor ‘hacer pipí y popó’ antes de salir, y recuerda que: siempre, siempre, los
espacios públicos son sinónimo de baños; en cuanto a la infraestructura misma y
cuando dices: “necesito un baño”.
Si asistes al concierto
de fulanito del tal, debe haber baños. Si sales a pasear por el parque, baños.
Si tienes una cita con el amor de tu vida el domingo, desde que sale el sol,
baños. La reunión de amigas, baños. Reunión con los ‘cuates’, baños. En el
trabajo, baños. En el colegio, baños. Comedores, baños. En la Facultad, baños.
En la terminal de buses, baños… Baños, baños, baños, y más baños; ¿te das
cuenta?, excepto en las iglesias, independientemente de la religión que
profeses; creo que es el único lugar donde no los pude encontrar. A poco nunca
te has aguantado algún domingo, orando a Dios que tus colectas al menos se usen
para construir uno. Y si alguna de las religiones se acordó de esa parte del
ser humano, bendita sea.
Ahora, vamos más allá. No
soy amante de las películas de terror, pero me siento protagonista casi siempre
que hago uso de baños públicos, de esos que tienen aspecto comunitario, donde
hay que compartir absolutamente TODO, porque además ‘la entrada’ es Bs. 1, con
puertas que te permiten observar las pantorrillas, la posición en la que estas
sentado; y si tú lo permites, enterarnos del color de tu ropa interior.
Ilustración: Adriana Brozovic. |
En casos extremos, he
visto a mujeres patear las puertas al estilo Rambo, como yendo en ataque, para
no ser sorprendidas por el hedor y suciedad en los inodoros, porque me imagino
que son víctimas constantes de ese ‘acoso estático’ de la sociedad desagradable.
En cuanto a los baños masculinos, casi nada puedo escribir, excepto que muchas
veces se convierte en un espacio de tertulia, según se ve en las películas.
Los baños públicos
debieran ser al menos los lugares más limpios, por las enfermedades que en
ellas se producen. Pero ¿quién quiere limpiar un baño?, es más, ¡muchos baños!
y a cada rato. Eso es entendible, pero al menos habrá que tomar las medidas
necesarias para solucionar este problema, porque es evidente que no todos están
conscientes de ello. Supongo que se podría lograr con el simple hecho de
ofrecer un servicio mejor, donde por lo menos no tengas que ir a buscar tu
bidoncito de aceite para echar el agua; usar más lavandina, etc. Y en cualquier
lugar, hay que admitir que el servicio es pésimo.
Para terminar, no
olvides, vayas a donde vayas necesitarás de un baño, en las buenas y en las
malas, porque hasta cuando ríes en extremo te ‘dan ganas’.
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