Una de las cosas que no
nos gusta compartir es el baño. Es más, si en tu casa tuvieras la oportunidad
de ponerle candado a la puerta del único que comparten la docena de miembros de
tu familia, lo harías. Pero no, supongo que hacerlo te causaría muchos
problemas. Seguro se podrían incluir muchos inodoros, en distintos ambientes,
claro; (imagínense reunirnos todos como en un sauna, con distinto vapor).
Pero eso significaría más uso de agua, implementación de material para
construirlo, nuevos espacios, cañerías, una buena cloaca, y todo lo que los
expertos en el tema dirán.
Pero bueno, cuando
sales de casa, cualquier baño que encuentres, siempre es compartido, por eso es
mejor ‘hacer pipí y popó’ antes de salir, y recuerda que: siempre, siempre, los
espacios públicos son sinónimo de baños; en cuanto a la infraestructura misma y
cuando dices: “necesito un baño”.
Si asistes al concierto
de fulanito del tal, debe haber baños. Si sales a pasear por el parque, baños.
Si tienes una cita con el amor de tu vida el domingo, desde que sale el sol,
baños. La reunión de amigas, baños. Reunión con los ‘cuates’, baños. En el
trabajo, baños. En el colegio, baños. Comedores, baños. En la Facultad, baños.
En la terminal de buses, baños… Baños, baños, baños, y más baños; ¿te das
cuenta?, excepto en las iglesias, independientemente de la religión que
profeses; creo que es el único lugar donde no los pude encontrar. A poco nunca
te has aguantado algún domingo, orando a Dios que tus colectas al menos se usen
para construir uno. Y si alguna de las religiones se acordó de esa parte del
ser humano, bendita sea.
Ahora, vamos más allá. No
soy amante de las películas de terror, pero me siento protagonista casi siempre
que hago uso de baños públicos, de esos que tienen aspecto comunitario, donde
hay que compartir absolutamente TODO, porque además ‘la entrada’ es Bs. 1, con
puertas que te permiten observar las pantorrillas, la posición en la que estas
sentado; y si tú lo permites, enterarnos del color de tu ropa interior.
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Ilustración: Adriana Brozovic. |
En aquellos lugares,
buscar un inodoro limpio es como ir en busca del tesoro, guiado por el olfato.
Dora la exploradora no te prestaría su mapa, ni queriendo; por razones obvias.
Encontrarte con un baño extremadamente sucio, es la parte terrorífica. Por eso
abres con cuidado las puertas para no darte con el susto o la mala impresión.
Si tuviste la mala suerte de toparte con alguno en ese estado, tomas
precauciones para no volver a caer en la trampa del ‘asquito’; con sumo cuidado
pasas al siguiente, asomas la cabeza poco a poco y así… hasta encontrar el
inodoro más cristiano posible, en donde puedas… ya sabes.
En casos extremos, he
visto a mujeres patear las puertas al estilo Rambo, como yendo en ataque, para
no ser sorprendidas por el hedor y suciedad en los inodoros, porque me imagino
que son víctimas constantes de ese ‘acoso estático’ de la sociedad desagradable.
En cuanto a los baños masculinos, casi nada puedo escribir, excepto que muchas
veces se convierte en un espacio de tertulia, según se ve en las películas.
Los baños públicos
debieran ser al menos los lugares más limpios, por las enfermedades que en
ellas se producen. Pero ¿quién quiere limpiar un baño?, es más, ¡muchos baños!
y a cada rato. Eso es entendible, pero al menos habrá que tomar las medidas
necesarias para solucionar este problema, porque es evidente que no todos están
conscientes de ello. Supongo que se podría lograr con el simple hecho de
ofrecer un servicio mejor, donde por lo menos no tengas que ir a buscar tu
bidoncito de aceite para echar el agua; usar más lavandina, etc. Y en cualquier
lugar, hay que admitir que el servicio es pésimo.
Para terminar, no
olvides, vayas a donde vayas necesitarás de un baño, en las buenas y en las
malas, porque hasta cuando ríes en extremo te ‘dan ganas’.